Acordaos
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante Vos.
Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
La plegaria debe su nombre a la primera palabra de la oración original en latín. En realidad forma parte de una oración más larga a la Virgen María, titulada Ad sanctitatis tuae pedes, dulcissima Virgo Maria (“A tus santos pies, dulcísima Virgen María»).