LA JORNADA DEL PASTOR
Ya se oyen las esquilillas
de las ovejitas blancas,
al despertar de las flores
y la sonrisa del alba,
está amaneciendo el día
en serenidad y calma.
El pastor ya se despierta
mientras a Dios le da gracias
por el nuevo amanecer
que con amor le regala
Traza el signo de la cruz
redobla su confianza
y puesto en tan buenas manos,
él comienza su jornada.
El pastor frota sus ojos
al salir de la cabaña,
mientras los rayos de luz
iluminan más su cara,
dejando ver la inocencia
que él ha conservado intacta.
El mastín le está esperando
en la puerta la majada,
dando saltos de contento
hasta que lame su cara.
Las ovejas le saludan
con sus más tiernas baladas,
mientras él las va ordeñando
su espumosa leche blanca,
que esponjadita con pan
le sabrá a gloria sagrada.
Al fin ya se abre la puerta
de la rústica majada,
el rebaño va siguiendo
al pastor con mucha calma.
Los rayos del sol apuntan
por encima la montaña,
mientras que los pajarillos
revolotean en las ramas.
El pastor con su rebaño
ya se adentra en la calzada,
mientras bellas melodías
va tocando con su flauta.
A su paso va dejando
una estela de armonía
y paz en los corazones
de las gentes que le miran.
Al fin atisba los pastos
mejores de la campiña,
y mientras allá, en el valle,
se nutren las ovejitas,
apoyado en su cayado
el pastor al cielo mira.
En la soledad del campo,
con la dulce compañía
de flores y mariposas
y el aire que le acaricia.
Siempre una estampa
de paz
del pastor será su vida
Mª del Carmen Díaz Cabra.