ERES LA BLANCA AZUCENA
Eres la blanca
azucena
Que al buen Dios enamoró
me cautiva tú pureza,
tu sencillez y tú AMOR.
Déjame estar Madre mía,
en tus brazos por favor;
viviendo en la pequeñez,
podré imitarte mejor.
Me enamora tú pureza
y la tengo tal amor;
que no me importa sufrir,
desprecio y humillación.
Siendo esposa de tú Hijo,
viviendo mi vocación,
he de poder imitarte,
en tú pureza y candor.
Al Águila de los siglos
llevas en tú corazón;
déjame entrar en tú pecho,
para vivir con los dos.
Maria del Carmen Díaz