SONRISAS DE LUZ Y PAZ

EVANGELIO DEL DÍA. MIS ESCRITOS, MÚSICA Y POESIAS

jueves, 1 de febrero de 2024

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34): En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. Palabra del Señor

 

Lecturas del Sábado de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (3,4-15):

En aquellos días, Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí sacrificios, pues allí estaba la ermita principal. En aquel altar ofreció Salomón mil holocaustos.
En Gabaón el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre David, porque caminó en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y le has cumplido esa gran promesa, dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy. Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama, mayores que las de rey alguno.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 118,9.10.11.12.13.14

R/.
 Enséñame, Señor, tus leyes

¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras. R/.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe
de tus mandamientos. R/.

En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R/.

Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes. R/.

Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca. R/.

Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R/.

Segunda lectura

Evangelio

Lectura d

el santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Palabra del Señor

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Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (22,14–23,56): En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato. No encuentro ninguna culpa en este hombre C. Y se pusieron a acusarlo diciendo S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». C. Pilatos le preguntó: S. «¿Eres tú el rey de los judíos?». C. El le responde: + «Tú lo dices». C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre». C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto. C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo: S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí». C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió. Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre si. Pilato entregó a Jesús a su voluntad C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistradosy al pueblo, les dijo: S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogadodelante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». C. Ellos vociferaron en masa: S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás». C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!». C. Por tercera vez les dijo: S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpaque merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad. Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: + «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: «Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?». C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: + «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. Este es el rey de los judíos C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Hoy estarás conmigo en el paraíso C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada». C. Y decía: S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». C. Jesús le dijo: + «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: + «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». C. Y, dicho esto, expiró. Todos se arrodillan, y se hace una pausa C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: S. «Realmente, este hombre era justo». Palabra del Señor

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